Socialrevolucionarios (SR, eseristas): partido de corte liberal con un gran apoyo dentro del mundo rural al ser defensores del reparto de tierras entre los campesinos.
Socialdemócratas, divididos para 1903, en dos grupos:
Los bolcheviques, partidarios de hacer la revolución inmediatamente. Su planteamiento conllevaba que el partido fuese dirigido por una minoría que movilizaría a las masas. Esta minoría asumiría gran parte del poder mediante un elevado grado de centralización y una férrea disciplina.
Los mencheviques consideraban que antes de iniciar la revolución se debía producir un proceso democratizador, siendo esto lo que iniciaría su aclamada revolución social. Concebían el partido como algo muy abierto y mayoritario.
La revuelta de 1905 tiene origen en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, donde Rusia se ve derrotada, cuando no Napoleón había sido capaz de someterla. La guerra, además de la humillación de la derrota, había provocado un aumento del hambre en Rusia ante la falta de abastecimiento, dada la necesidad de derivar recursos para el conflicto bélico. Fruto de esa situación fue una manifestación espontánea y pacífica de la población que se concentró ante el palacio del Zar en San Petersburgo.
El pueblo recurría a su Zar como su protector, llamándole “Padrecito” y pidiéndole pan para vencer el hambre y la necesidad que padecían. Sin embargo el ejército reprimió duramente la manifestación por medio de la violencia, en lo que se conoce como el “domingo sangriento”. Esta fuerte represión provocará multitud de protestas y levantamientos en los diferentes sectores de la Sociedad. El propio ejército formó parte de esta revolución, siendo abanderados de la misma los integrantes del acorazado Potemkin tras negarse a atacar a los sublevados. Les siguieron los obreros que se pusieron en huelga, a la vez que se creaban “soviets” en las fábricas nombrando a sus representantes para que negociasen las mejoras necesarias. La clase media tampoco fue ajena a este levantamiento, una clase fuertemente imbuida del liberalismo occidental que, junto a los estudiantes, reclamaban la convocatoria de una asamblea constituyente que organizase el tránsito del país hacia una monarquía parlamentaria al estilo del occidente europeo.
El campesinado se sumó reclamando el reparto de tierras, y las minorías nacionales reclamando su autonomía, cuando no, directamente, su independencia. Ante la gravedad de la situación el Zar Nicolás II aceptó convocar una Asamblea (Duma), de carácter legislativo, como medio de contentar a la población y así poner fin a las revueltas. Esta Asamblea, sin embargo, tenía un alcance limitado ya que era elegida por sufragio indirecto, no tenía funciones constituyentes y sus poderes eran muy limitados. Sin embargo cumplió sus objetivos ya que consiguió atraerse el favor de los liberales y del ejército, reprimiendo el resto de revueltas y levantamientos, poniendo así fin a esta sublevación. El cambio fue más aparente que real, ya que Nicolás II despreció a las Dumas y sus dictámenes y, aunque estas siguieron existiendo y se mantuvieron las elecciones a la misma, su capacidad de influencia en el régimen era mínima, salvo que circunstancias especiales obligasen al Zar a escucharlas en aras de evitar un nuevo levantamiento. Los bolcheviques quedaron profundamente desencantados con el resultado de este primer experimento revolucionario, desarrollando un futuro programa de acción que marcará la revolución posterior:
La revolución debería ser encabezada por la clase obrera como forma de conseguir que sus demandas fuesen atendidas. Consideraban además que la burguesía en Rusia era demasiado débil para encabezar la revolución y que no era necesario pasar antes por la revolución burguesa para que el proletariado tomase conciencia de su situación de explotación e iniciase la revolución.
El campesinado sería considerado un aliado en el proceso revolucionario, aunque no su protagonista.
La creación e impulso de los soviets sería el germen del futuro gobierno, al crear una estructura previa de poder y ejercitar en su ejercicio a sus líderes.
Era necesario un partido fuerte y disciplinado para conseguir la revolución, sin fisuras ni disensiones que hiciesen fracasar la misma.
Habría que esperar un momento propicio, en el que las situaciones de explotación se agudizasen para iniciar el movimiento revolucionario definitivo, el cual vendrá determinado por un nuevo conflicto bélico, la Primera Guerra Mundial.