Incluso en periódos de guerra y presunto desasosiego, los artistas nunca dejan de trabajar. Se cree que hasta fueron más productivos de lo que son usualmente, aclara Angelika Franke, del equipo de la exposición “1914. Vanguardistas en el frente” en la Galería Federal de Arte (Bundeskunsthalle).
Uwe M. Schneede, curador de la exposición mencionada anteriormente, se sorprendió con la productividad de aquel entonces: “Es asombroso cómo los artistas trabajaban en el frente y tras el frente, a veces con los medios más primitivos. Fernand Léger pintaba sobre cortezas de árbol, otros usaban acuarelas sobre papel, y así hay gran cantidad de trabajos de los que ni siquiera sabíamos”, resume Schneede.
Para entender cómo la guerra cambió el mundo del arte, hay que situarse en el periodo previo a 1914, que es considerada como la época dorada de los vanguardistas internacionales, que superaron fronteras y barreras idiomáticas, y cooperararon, a pesar de todas las imposibilidades, (considerando que las cartas o telegramas podían perderse por ahí y nunca llegaban a los remitentes) crearon redes internacionales y encontraron nuevas formas de expresión.
La pasión por el patriotismo quedó rápidamente enterrada en las trincheras, quedándose ahí: inmóviles, llenas de angustia y deseo por sobrevivir, y así, poder siguiendo crear arte, su arte. Sobre todo en el frente del oeste, donde la guerra se convirtió en un apocalipsis. Max Beckmann, testigo en 1915 del primer ataque alemán con gas clórico en Ypern (Bélgica), sufrió poco después un ataque nervioso. Otros artistas en uniforme, como George Braque o Michail Larionov, cayeron gravemente heridos.
Las heridas de la guerra también se traslucen en los cuadros, aclara Uwe Schneede. “Ernst Ludwig Kirchner, que no estuvo en el frente sino en un puesto de servicio, hizo un autorretrato con la mano derecha amputada, la mano del pintor”. Como si quisiera expresar que la guerra le había robado su fuerza creativa.
Cuando se dieron cuenta de que los medios que habían utilizado ya no eran adecuados, el arte comenzó a radicalizarse. Artistas como George Grosz llegaron a la conclusión de que un mundo horrible sólo podría ser representado como tal. Kasimir Malevitsch encontró la respuesta en la abstracción más completa. Y con su obra “Cuadrado negro sobre fondo blanco” sentó las bases para el llamado Suprematismo.
En 1916, comenzó en Zúrich el Dadaísmo: una respuesta antiartística, un cuestionamiento de la existencia, una duda pictórica. “No se puede considerar que la guerra haya sido la causa de todo. Pero es un hecho que el movimiento Dada fue posible debido a que algunos artistas huyeron a la Suiza neutral y se pudieron encontrar en Zúrich”, opina Schneede.
Otros prefirieron escaparse a otra realidad como Giorgio de Chirico y Carlo Carrá, que se refugiaron en un psiquiátrico militar para poder pintar con tranquilidad.” De ahí salieron grandes obras de la Pittura Metafísica, precedente del Surrealismo”, aclara el historiador. “No sabemos lo que hubiese pasado si...”, cree también Angelika Franke. Pero para ella, el Suprematismo y el Dadaísmo son claras reacciones artísticas a la guerra.