Para la Primera Guerra Mundial, la mujer empieza a salir del hogar para dedicarse a los estudios e involucrarse en asuntos funcionales, asumiendo las tareas de los hombres en la sociedad y la industria durante el conflicto bélico, por lo tanto necesitaban de prendas còmodas y pràcticas.
Uno de los impactos más importantes en la Guerra, y por supuesto, uno de los más visibles fue el desempleo. El desvío de millones de hombres del mercado de la mano de obra hacia los campos de batalla dio como resultado trabajo para todo el que pudiese trabajar, y la mujer estaba dispuesta a ello.
La Primera Guerra Mundial creó nuevos papeles para la mujer. Al haber tantos hombres luchando en el frente, las mujeres fueron llamadas a asumir trabajos y responsabilidades que antes no habían estado disponibles para ellas. Esto incluyó ciertos trabajos de oficina que sólo un pequeño número de mujeres había llevado a cabo con anterioridad. Por ejemplo, en Gran Bretaña el número de mujeres que trabajaban en los bancos aumentó de 9500 a casi 64.000 en el transcurso de la guerra, en tanto que el número de mujeres en el comercio se incrementó de medio millón a casi un millón.
En total 1.345.000 mujeres obtuvieron nuevos trabajos o sustituyeron a los hombres durante la guerra. Asimismo, se las contrataba para trabajos que antes se consideraban más allá de su “capacidad”. Incluían ocupaciones como deshollinadoras, conductoras de camiones ras agrícolas y, sobre todo, obreras fabriles de la industria En Francia, por primera 684. 000 mujeres trabajaron en las fábricas de armamento; en Gran Bretaña, la cifra fue de 920 000. En Alemania, 38 por ciento de trabajadores de la fábrica de armamentos Krupp estaba compuesto por mujeres en 1918.
No obstante, la resistencia del varón a menudo dificultó el ingreso mujer en estos nuevos trabajos, sobre todo los relacionados industria pesada. Una inglesa que trabajó en una fábrica de municiones recuerda su experiencia: “Pude percatarme perfectamente era difícil para los hombres aceptar que la mujer accediera a sus trabajos favoritos, y que, en algunos casos, los realizara mejor que ellos. Me alegraba la forma en que se atormentaban al no querer que las mujeres hicieran el mismo trabajo por un menor, pero, al mismo tiempo, odiaban que ellas ganaran tanto ellos”.
Mientras los obreros expresaban su preocupación por empleo que se les daba a las mujeres con menor salario disminuyera sus propios salarios, éstas comenzaron a exigir una ley de igualdad salarial.
El gobierno francés aprobó una ley en julio de 1915 estableció un salario mínimo para las mujeres que trabajaban casas en la industria textil, sector que había crecido de manera espectacular, dada la necesidad de uniformes militares. Después, en 1917 el gobierno decretó que los hombres y las mujeres deberían recibir paga por pieza trabajada. A pesar del notable incremento de salarios de las mujeres, resultado de las regulaciones gubernamentales, a finales de la guerra la remuneración de las obreras industriales todavía no era igual que la de los obreros.
Para empeorar más las cosas, las mujeres no habían logrado seguridad real en cuanto a su lugar en la fuerza de trabajo. Hombres y mujeres parecían pensar que muchos de los nuevos trabajos para las mujeres tenían un carácter temporal.
Los derechos políticos de las mujeres eran inexistentes, siendo completamente excluidas. A mediados del siglo XIX se inició un movimiento feminista protagonizado por personalidades artísticas, científicas y políticas, que luchaban por la igualdad y por la obtención del voto femenino, levantando en varios países la barrera de igualdad respecto a las mujeres. Sin embargo, es en la Primera Guerra Mundial donde inició el cambio. La gran cantidad de hombres movilizados para el conflicto, las pérdidas humanas y el regreso de gran cantidad de inválidos, obligaron a incorporar a la mujer en el mercado laboral, incluso en las tareas más pesadas, antes desarrolladas únicamente por y para los hombres. Ante la realidad consumada de la igualdad y a través de una lucha permanente, las mujeres comenzaron a obtener el voto. Señalaban que si eran iguales para trabajar y luchar, deberían serlo para votar.